jueves, 17 de julio de 2014

Mascheranear vs Alemanizar

¿Por qué siempre tenemos que sufrir tanto? ¿Por qué para llegar a la final del Mundial Argentina tiene que tener garra, huevos y pasión? ¿Por qué no llegar cómodos y con una goleada?

Me es inevitable extrapolar las situaciones del fútbol con la vida cotidiana, la de todos los días. Ahora mismo me siento como un cantante de una banda noventoza con letras fáciles de replicar por las hinchadas de futbol, pero es cierto: el fútbol y la vida a veces se parecen.

Desde chica me dijeron que en la vida las cosas se consiguen con esfuerzo individual, con los populares: “sudor y lágrimas”. Tal como esta selección llegó a la final, con un marcador ajustado, nunca un 7 a 1. Siempre un 1 a 0 en los últimos minutos, siempre con una definición por penales. Es la historia de esta Selección en el Mundial y es nuestra historia como pueblo.

Pero ¿cuál es el resultado?: Aunque pongas todo “lo que hay que poner”, te esfuerces, la sufras, siempre te van a terminar rompiendo el orto. Justo cuando finalmente pensabas haber alcanzado la cima del objetivo. Por más que duela, es así.

No gana, no es feliz quien “pone huevos” y se esfuerza. Sino quien sabe lo que hay que hacer, quien TIENE todo lo que hay que tener, quien aplasta.

¿Entonces, dónde quedó ese esfuerzo, esa garra, esa lucha? , solo en la boca de un país que lo único que hizo fue despotricarte en el antes (Messi no canta el himno, ¿Quién lo conoce a Rojo?, Es la peor defensa del mundo, Higuaín está gordo, ¿Qué sabe Sabella?) y vino de rodillas a pedirte disculpas después. Un país que ahora se siente “orgulloso” de su selección a pesar de no tener la copa porque pusieron todo “lo que hay que poner”. Los “Campeones sin copa”, les llaman. Un país que ahora les pide que hagan el doble para Rusia 2018. Y sí, ahí está. Porque, sépanlo, el esfuerzo y la abnegación solo son eso, una zanahoria puesta cada vez más lejos, que pide más y más esfuerzo.

Yo quería ganar y quiero ganar cómodamente, porque una final no se juega, se gana. No se pelea, no se la lucha, se gana. Y ellos la ganaron. Alemania es campeón del mundo. Fin de la historia. Y Argentina  subcampeón. Nadie más que nosotros, los 42 millones de argentinos, lo vamos a recordar.

Pero no conforme con eso, decimos que esta selección nos dejó “valores”. ¿Qué son los valores? sino construcciones hegemónicas que el sistema usa para anularnos. Eso que nos cataliza las acciones “no debidas” y nos impide ganar. Ganarle a Alemania era indebido. Porque los valores de esta sociedad dice que Alemania era superior desde todo punto de vista. Y Argentina solo sorteó adversidades deportivas y morales. Tuvo suerte, hubo magia y brilló. Alemania fue precisa, justa, y aplastó. Ganó.

Pero… ¿A dónde voy con esto? A que no quiero que nos quedemos con lo que dicen que dejó esta selección. Esos 23 pibes querían como yo, ganar. Porque son los mejores del mundo y quieren dejar de esforzarse, quieren dejar de sufrirla y por una vez en la puta vida solamente gozarla. Me da bronca que se hable de que esta selección haya dejado “valores”, si hubieran ganado la copa nadie hablaría de valores. Me da bronca ese culto al esfuerzo individual inventado por el sistema, para, repito, anularnos y acostumbrarnos  a que hay que sufrirla para ser felices, hay que pelearla para vivir bien. Ese culto al esfuerzo, a la dedicación y a la abnegación que solo le es útil al sistema, a quienes nos manejan, a quienes deciden sobre nosotros, a nadie más.

La felicidad, quiero creerlo así, no es simplemente esfuerzo acumulado, la felicidad es también dejar afuera a España (ex campeona del mundo) en primera ronda con un 5 a 1, la felicidad es también ganarle a Brasil de local por 7 a 1, la felicidad es ser Alemania.


Grite, lloré, viví este mundial siendo Argentina, sufriendo, peleando, poniendo “lo que hay que poner” (Mascheraneando, dirían algunos) pero en Rusia 2018 yo y los 23 jugadores queremos ser Alemania. 

martes, 25 de febrero de 2014

Sobre la falta de inspiración


Hace aproximadamente 6 años que no logro sentarme a escribir algo que considere que sale de mis entrañas y que refleje algo más que mis públicas posiciones políticas antes los constantes vapuleos del sistema contra la sociedad.

Y no es que acaso no haya sido yo protagonista de sucesos afortunados o no tanto que me brinden un buen tópico a reflexionar y que me inspiren. Ni que mis alrededores no me hayan estremecido de tristeza, angustia o exaltación. Es que hacía mucho tiempo que no paraba a repensar que había sido de mis actos, de mis pares y de sus actos. Guardo tantos secretos, tantas verdades…  El famoso y popular interrogante: El ¿a dónde vamos?, el ¿a dónde voy? Vino un día furiosamente hacía mí.

Ese interrogante que por considerarlo fruto de una inquietud pequeño burguesa existencial no  afloraba, ni permitía repensarme. No es que ahora piense o sienta lo contrario, sigo pensando que mis privilegios de clase me dan el tiempo suficiente para que esa bocanada de aire quiera huir de mi de tanto en tanto.

Otra razón por la que me dejé llevar en este ímpetu maravilloso conocido cómo el acto de escribir, aislándome de la realidad pero a la vez adueñándome de ella,  es pensar que quizás aquí puedo darle forma a eso que en la práctica intento moldear y retocar cada vez con más bronca. Mi identidad.

Pero, no logro engañarme, mi principal deseo es que escribiendo puedo hacer que quienes no me comprenden lo hagan y aquí me encuentro escribiendo la primera entrada de este blog. Explicándole a quien sabe quién la razón por la que decidí abrir este blog. Otra vez intentando justificar lo injustificable, lo obvio, lo latente.

Es sin embargo el acto más liberador que me he permitido en este último tiempo, en donde he sido presa de una vorágine de actos totalmente predecibles. Tanto así que por un instante creí saberlo todo. Es más, en un momento estuve segura que el impulso de escribir solo surgía de las raíces de una profunda angustia sin embargo hoy creo que tal vez la falta de inspiración, la falta de angustia, la falta de libertad de poder sentirme infeliz, frustrada, detenida, rehén de mis impulsos, es hoy verdadero objeto de mi inspiración. De hecho está siendo en este preciso instante.

Esa falta de inspiración es la que hoy quiero confesar, el peor de los temores de una escritora se me ha vuelto carne, y hoy he decidido hacerme cargo de ello.