martes, 25 de febrero de 2014

Sobre la falta de inspiración


Hace aproximadamente 6 años que no logro sentarme a escribir algo que considere que sale de mis entrañas y que refleje algo más que mis públicas posiciones políticas antes los constantes vapuleos del sistema contra la sociedad.

Y no es que acaso no haya sido yo protagonista de sucesos afortunados o no tanto que me brinden un buen tópico a reflexionar y que me inspiren. Ni que mis alrededores no me hayan estremecido de tristeza, angustia o exaltación. Es que hacía mucho tiempo que no paraba a repensar que había sido de mis actos, de mis pares y de sus actos. Guardo tantos secretos, tantas verdades…  El famoso y popular interrogante: El ¿a dónde vamos?, el ¿a dónde voy? Vino un día furiosamente hacía mí.

Ese interrogante que por considerarlo fruto de una inquietud pequeño burguesa existencial no  afloraba, ni permitía repensarme. No es que ahora piense o sienta lo contrario, sigo pensando que mis privilegios de clase me dan el tiempo suficiente para que esa bocanada de aire quiera huir de mi de tanto en tanto.

Otra razón por la que me dejé llevar en este ímpetu maravilloso conocido cómo el acto de escribir, aislándome de la realidad pero a la vez adueñándome de ella,  es pensar que quizás aquí puedo darle forma a eso que en la práctica intento moldear y retocar cada vez con más bronca. Mi identidad.

Pero, no logro engañarme, mi principal deseo es que escribiendo puedo hacer que quienes no me comprenden lo hagan y aquí me encuentro escribiendo la primera entrada de este blog. Explicándole a quien sabe quién la razón por la que decidí abrir este blog. Otra vez intentando justificar lo injustificable, lo obvio, lo latente.

Es sin embargo el acto más liberador que me he permitido en este último tiempo, en donde he sido presa de una vorágine de actos totalmente predecibles. Tanto así que por un instante creí saberlo todo. Es más, en un momento estuve segura que el impulso de escribir solo surgía de las raíces de una profunda angustia sin embargo hoy creo que tal vez la falta de inspiración, la falta de angustia, la falta de libertad de poder sentirme infeliz, frustrada, detenida, rehén de mis impulsos, es hoy verdadero objeto de mi inspiración. De hecho está siendo en este preciso instante.

Esa falta de inspiración es la que hoy quiero confesar, el peor de los temores de una escritora se me ha vuelto carne, y hoy he decidido hacerme cargo de ello.