viernes, 12 de junio de 2015

#NiUnaMenos el día después ¿Qué cambió?



Como comunicadora lo masivo me pone en alerta y esa fue la sensación que experimente horas antes de partir a la  convocatoria del #NiUnaMenos. Convocatoria que me encontraba en un contexto atípico, en el epicentro de la lucha, o al menos desde donde surgió, en la provincia de Buenos Aires. Una situación que a primera vista la vi como fortuita pero que más tarde descubriría que de azarosa no tenía nada.

Por la mañana arranqué con una maratón radioescucha para informarme en torno a qué giraba la discusión. ¿Quiénes irían?, el rol de los varones, el oportunismo político, ¿Tinelli, posando con el cartel de #NiUnaMenos estaba bien? Los medios hablando de los medios, nada nuevo. Pero eso sí, había incertidumbre y mucha expectativa. En mi cuerpo se agazapaba energía y en mi cabeza varias dudas ¿Qué íbamos a pedir miles de mujeres y hombres? ¿Por qué ahora, qué cambió? 

Cuando se hizo la hora de partir, me puse aún más ansiosa. Desde la parada del colectivo el clima que se respiraba ya era absolutamente distinto al de los días que me habían tenido visitando la “Ciudad de la Furia”. Un grupo de mujeres de varias edades esperaban también el 151, el primer colectivo nos pasó de largo, pero a los dos siguientes los frenamos todas empoderadas. Ese mismo clima que solo había tenido la oportunidad de vivir en algún Encuentro de Mujeres. Ya arriba y muy apretadas (sin dudas la convocatoria sería multitudinaria) todas debatían sobre cosas referidas a la marcha. “No estoy de acuerdo con eso que leí, de dejemos de preguntar qué tan corta es la pollera de Melina, yo no me lo pregunté. Soy yo la que me siento incomoda de salir con una pollera demasiado corta”, dijo una de las pasajeras. Lo primero que supe es que la diversidad de consignas sería el lema de la marcha, cada una iba a pedir que algo se termine, pero resultaba difícil analizar los por qué de esas prácticas. El por qué me siento incomoda al ponerme una pollera demasiado corta, y como había eso logrado naturalizarse en algo tan íntimo como la selección de mi vestimenta. 

Semanas antes de viajar a Buenos Aires, viví una situación que hacía tiempo no me sucedía. Caminaba del supermercado a casa, no más de 7 cuadras me separan, eran algo así como las 11 de la mañana de un viernes. Recuerdo que estaba ultimando detalles para un fin de semana largo en Amaicha del Valle y como no quería desperdiciar un segundo decidí ponerme la ropa con la que planeaba viajar y luego hacer las compras, así de esta manera, volvía, guardaba las compras y partía de viaje. Opté por un bonito vestido violeta de esos que venden en las ferias de diseñadores independientes. Mientras volvía con las compras a casa, de repente un “tipo” de aproximadamente unos 40 años se me cruzó de vereda y me preguntó algo, no recuerdo si la hora o si en qué calle estaba, a estas alturas es un dato menor. Le respondí amablemente y cuando me disponía a seguir mi rumbo me preguntó si yo vivía por la zona. Volví para mirarlo a los ojos, que se yo, quizás lo concia, pero al instante reparé en que no era así. En ese momento algo dentro mío se paralizó, mi cabeza y todo en mi cuerpo comenzó a funcionar más rápido de lo normal. Me asusté. Era una simple pregunta, pero me paralizó. Debe habérseme notado porque mientras caminaba a mi lado este hombre me dijo “No te asustes que no voy a hacerte nada, ¿Cómo te llamas?”. Los ojos se me llenaron de lágrimas, ya no sentía miedo sino bronca, “(¡Mi nombre!),  ¡¿Por qué?!” le grité con fuerza, con las que me quedaban. ¿Cómo cualquier desconocido podía hacerme sentir ese montón de cosas en una fracción de segundos?“¡Qué angustia!”, pensaba. Por suerte se alejó. Nunca supe, ni lo sabré, si quería presumirme, conocerme, intimidarme, o matarme. Lo que sí sé,  es que volví a casa muerta de miedo y repleta de bronca. Y…  adivinen lo que hice, me cambié el vestido; sentí que ese día no era bueno para llevar vestido, ni corto ni largo, me sentía incómoda. Me puse una bermuda, remera y zapatillas, así pasaría mis siguientes días del fin de semana largo, sin querer ponerme un vestido.

Lo llamativo, o lo más llamativo para mí de esta anécdota no es en sí lo que pasó, sino que cuando se los conté a alguna amigas, varias de ellas habían experimentado la misma situación “Para salir con vestido hay que tener actitud, sino no” “Tené cuidado, mirá si te pasa algo”. Yo debía cuidarme, yo debía tener el cuidado de que un imbécil intentara agredirme o seducirme o quien sabe qué fue eso, yo debía tener el cuidado de caminar por las calles… En un triste resumen, yo pensaba que era mi culpa, y la sociedad pensaba que era mi culpa. 

#PorMuchasMas


“Las calles están cortadas, llego hasta aquí no más”, dijo el chofer del colectivo. Así miles de mujeres y unos cuantos hombres bajamos y emprendimos la caminata hasta las calles aledañas al Congreso de la Nación. La multitud era impactante. A medida que nos acercábamos a la plaza se veían grupos en las esquinas cantando y sacándose fotos. Todos querían tener un recuerdo de aquella concentración histórica. Que no surgió de una libre asociación de fuerzas sino que - y esto es importante que quede claro –cientos de organizaciones feministas y de mujeres, organizaciones políticas, estudiantiles, culturales, etc; de todo el país vienen diciendo desde hace un tiempo #BastaDeFemicidios. Y que ahora los medios, la opinión pública, los políticos y la sociedad en general se hayan hecho eco del #NiUnaMenos, es solo consecuencia de un largo camino de lucha.

Como era de esperar en la concentración se vio de todo, no necesito contarlo, seguro los medios y las redes sociales han sido un altavoz de todo ello. Pero lo que sin dudas más me impacto fue el caso puntual: mujeres que habían armado sus carteles, se habían escapado del violento contexto cotidiano y estaban en la plaza diciendo #NiUnaMenos, ellas no querían engrosar la larga listas de mujeres asesinadas por el sistema patriarcal. Querían que quien deba cuidarse de nosotras, las “locas”, sea el abusador, el golpeador, el machista.

Fui a la movilización, como a casi toda movilización que asisto, más como comunicadora, como periodista en estado de alerta, pero me fue inevitable, y brindo porque así lo sea siempre, unirme en esa comunión de pedir justicia, de hacer denuncia y de gritar basta. No necesitamos haber sido golpeadas o abusadas para que los casos de violencia física, verbal, psicológica y en todas sus formas, nos indignen. Todas alguna vez fuimos víctimas y si no avanzamos en la reflexión y no nos involucramos seguiremos asistiendo a una sociedad de hijas, madres, hermanas, abuelas víctimas. Porque de #NiUnaMenos hayan #MuchasMás.

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