Ese viernes que te crucé no fue cualquier viernes, yo estaba
ahí sin presentir que se me estremecería la piel con un solo susurro tuyo que
llegaba hasta mi oído. Nadie más en ese lugar sabía lo que sentíamos, y mucho
menos se imaginaban lo que habíamos sentido.
Desde aquel día he caminado y recorrido calles sonrojantes
del recuerdo. Solo eso conservo unas borrosas imágenes de aquel momento en el
que presencie mi propia traición.
Algunos la llaman la peor de las traiciones, yo la llamo la
única traición, la propia. La única que he sentido ganas de confesar, la única
que he custodiado con celosas y detalladas mentiras. Y es que la vida está
llena de locuras pero solo las irrepetibles son las verdaderas locuras.
Por eso aquella madrugada es una irrepetible locura que me
obligaré a recordar cientos de veces para que no vuelva a suceder.
Me pido perdón por recordarte, te pido perdón por hacerte
protagonista de esta sensación tan mia.
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